

—Hasta hacía poco, había podido camuflarse con facilidad por las afueras de Ventormenta, no se le había reconocido por su forma de ocultar quien era. Se podía decir que había sido cauto hasta que no había podido ocultar más su identidad, y eso era en el momento en el que pisó Ventormenta, la capital, y es que por obvias razones no iban a dejar entrar a un encapuchado, al menos en principio, pues en este tramo de tiempo los guardias se lo quedaron mirando como si estuviesen viendo un fantasma, o, incluso, un enemigo al que odiar de una forma tan enfermiza que casi podía notarlo en sus propias almas sin necesidad de tener ningún tipo de sensitividad al respecto.
El Rey Varian sabe que vengo a luchar contra la horda. —No miró a los ojos de los dos hombres que le estaban cortando el paso, mas la firmeza de las palabras del joven hizo que estos flaqueasen por unos segundos, haciendo que se mirasen de reojo por unos segundos de forma que parecía que estaban leyéndose la mente. Medio temblorosos retiraron los metales de las espadas ante la duda que podía ver en estos, después de todo, un traidor entre traidores estaba dispuesto a luchar contra el enemigo de la alianza, aquellos que los traicionaron en el momento más inoportuno. El príncipe con cierta precaución pasó, mas su figura ahora no pasaba desapercibida pues, uno de los guardias le arrancó la capucha de un fuerte tirón.
Las miradas se pasearon por la figura del príncipe, y, pese a eso, este avanzó, aunque la primera piedra no tardó en volar hacia el mismo. Esta impactó contra la ceja del mismo, giró su rostro por el dolor, llevándose la diestra a la herida para notar como el calor le recorría los huecos de los dedos, incluso, a través de sus guantes. Un par de gotas de sangre cayeron al suelo aunque Arthas no las vio, cerró los ojos con cierta fuerza cubriéndose, a la par que intentaba retirarse del lugar. Si bien era cierto que la mayoría tiraban piedras hacia el rubio, los habían quienes no lo hacían, aquellos que recordaban Lordaeron años atrás, aquellos que sufrieron de primera mano los horrores de la guerra. Esto no quería decir que culpase a los que le tiraban piedras, todo lo contrario, entendía que la muerte de sus familiares habían podido crear cierto odio hacia él.
Terminó por salir de Ventormenta, recibiendo dos últimas pedradas por parte de los guardias quienes se apuntaron al lapidamiento.
Con su ojo derecho incapaz de visualizar nada por culpa de la sangre, fue testigo de primera mano de lo que podía pasar si intentaba entrar mediante formas normales en Ventormenta, miró hacia atrás una última vez, conteniendo las ganas de remontar no sabía si en ira, si caer en la tristeza o si simplemente dejar pasar aquello para el momento en el que se pudiese finalmente redimir. Caminó, notando la sangre chorrear por su barbilla, manchar su túnica e incluso su armadura... y pese a todo, no deseaba represalias contra aquellos hombres, sería un tanto cruel por su parte después de todo lo que habían sufrido el que él intentase vengarse de alguna forma.
"Monstruo." "Asesino." "Traidor." "La sangre de tu padre mancha tus manos." "Nuestros hijos han muerto por tu culpa." "Tendrías que haberte quedado muerto." Entre cosas un tanto más fuertes se escuchaban desde donde estaba, taladrándole la cabeza y los oídos. Tal vez iba siendo hora de, en cierto modo, ponerse manos a la obra en aquella "redención" de la que habló con Varian días atrás, porque, a ese ritmo, seguramente moriría antes de que acabase la guerra por un puñal por la espalda.—